Solo yo puedo hacerme daño.
Estamos acostumbrados a sentirnos mal a consecuencia de las acciones de los otros: ¿Quién te hace daño? ¿Quién controla tu vida? ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? Y a todas estas preguntas respondemos dándole el poder de nuestros sentimientos al otro.
Me hace daño mi jefe, mi marido controla mi vida, sufro por culpa de mis vecinos, mi novia me ha roto el corazón… Y así sucesivamente y nos metemos en un círculo de malestar infinito y lo que es peor, sin solución pues nos quitamos la posibilidad de controlar nuestra vida, mientras mi jefe, mi marido, mis vecinos, mi novia o quien quiera que me esté haciendo sufrir no cambie, estoy condenada a seguir sufriendo…¡menudo tostón! Además de inútil y desgastante…
Pensémoslo desde otro lugar, nadie tiene la capacidad de hacernos daño, controlar nuestra vida, hacernos sufrir, rompernos el corazón, a no ser que nosotros les abramos “la puerta de nuestros sentimientos”.
El sufrimiento no viene determinado por lo que nos pasa, lo que nos pasa puede producirnos dolor, pero el sufrimiento viene por como “interpretamos lo que nos pasa”. Empezamos a preguntarnos ¿Por qué mi jefe me hace daño, pero yo que le he hecho… ¿Por qué mi marido tiene que controlar mi vida en lugar de ocuparse de sus asuntos…? ¿Por qué mis vecinos no me permiten colocar el patio como a mí me gustaría? ¿Por qué mi novia se ha marchado con un rubio, por qué le gusta más que yo?… Como les he dado a ellos el control de lo que me pasa, tienen el poder sobre mis sentimientos y entonces nos sentimos mal, mientras que ellos siguen con sus vidas y no se preocupan en absoluto por cómo nos podemos sentir nosotros…
Entramos en un “lo que yo necesito es que mi jefe, mi marido, mis vecinos, mi novia, hagan o me digan esto o lo otro”, y de esta manera YO PIERDO LA CAPACIDAD DE HACER ALGO POR MI, solo EL OTRO TIENE EL PODER.
Si el otro no nos quiere, o nos quiere mal, podemos decidir marcharnos, y si no es posible, podemos no entrar en su juego pretendiendo que cambie, porque EL OTRO NUNCA VA A CAMBIAR, salvo que lo decida por él mismo. Tampoco vamos a poder cambiar la situación, LO QUE ES, ES. Pero lo que si está en nuestra mano es DECIDIR COMO QUEREMOS SENTIRNOS y por lo tanto reaccionar a lo que está ocurriendo. NO DEJEMOS QUE EL OTRO MANEJE NUESTRAS EMOCIONES.
“Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”. Viktor Frankl
Elena Aparicio
Psicóloga Colegida G-4887